Orgullo de la madre Patria son sus hijos. Por eso Cuba no olvida jamás los ejemplos valiosos de su prole, y les reserva siempre el homenaje agradecido, el cultivo de los principios que los hicieron perdurar más allá de los enrevesados laberintos de la muerte.
Orgullosa de saberlos suyos, esta tierra que los vio nacer y los abrigó con calidez, les otorgó como regalo la nobleza, y ha sabido abrazarlos desde la riqueza de un legado que renace por la sagrada voluntad del pueblo, por justa decisión de dar honor a quien, con los actos de su vida, se hizo merecedor de él.
No se necesita mucho para entender por qué cada febrero vibra siempre con el recuerdo de la sonrisa inolvidable, sincera, surtidor de un alma transparente e iluminada, además, por valores incorruptibles; una convergencia que le multiplicó la admiración y el respeto a cada paso suyo.
Porque al nacer, aquel ser irrepetible trajo consigo al mundo a un líder natural, a un incondicional amigo, a un revolucionario intachable, al indiscutible Señor de la Vanguardia guerrillera. Camilo fue todos ellos, y todos ellos lo habitaron en perfecta armonía con el cubano auténtico, jaranero incorregible con el más serio sentido del deber.
Cómo olvidarlo, si aquel ser de ilimitado alcance que se propuso rescatar al Apóstol del olvido, volvió su rostro para preguntarle –a nadie más–: «¿Voy bien?». Cómo olvidar a quien, contra Fidel, no fue nunca, ni en un juego de pelota. ¿Cómo olvida el pueblo a quien fuera personificación del pueblo?
Privilegiado febrero por ser testigo del comienzo de sus días, por abrigar el instante en que Cuba recibió en su seno a su Camilo Cienfuegos.
Cuánta historia de su andar por este mundo, mil anécdotas para contar a nuestros niños y niñas, si de ejemplo y entrega queremos que aprendan.
Corta la vida, cada minuto de ella valió para inmortalizarlo; porque lo valioso de una existencia no está en los años, sino en los actos, en la congruencia entre el decir y el hacer, entre el modo de pensar y las decisiones que se toman para guiar el destino de un hombre.
Cuba celebra la existencia de Camilo. Como su vida y carácter han sido los años de la Revolución, preñada de peligros, pero impávida y alegre. Lo celebra porque, de tales hombres, no se extingue esa luz, para su pueblo.
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